Saturday, November 29, 2014

El Salvador: un homenaje al asesino de Romero


Víctimas de asesinatos políticos en el Salvador, 1982.  Foto de Giovanni Palazzo, El Faro.
 
El alcalde de San Salvador ha creado un gran revuelo con su anuncio de que una vía histórica en la capital salvadoreña llevará el nombre de Roberto D'Aubuisson, un hombre que se cree haber organizado escuadrones de la muerte durante la guerra civil de El Salvador (1980-1992) y ser el autor intelectual del asesinato de Mons. Óscar A. Romero en marzo de 1980. El alcalde Norman Quijano insiste que su decisión no debe interpretarse como una desestima de Romero, cuya beatificación se espera en el próximo año, y que se basa sobre los méritos de D'Aubuisson como presidente de la constituyente que redactó la constitución de El Salvador y como fundador del partido ARENA, que gobernó El Salvador después de la guerra.
El Procurador de Derechos Humanos, David Morales, anunció que va a montar un recurso legal en contra de la acción por considerar que vulnera el derecho a la verdad, y que incumple las recomendaciones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en el caso de Monseñor Romero. Morales dijo que su oficina ha recibido reclamos sobre la decisión. [En el interés de la transparencia, Súper Martyrio escribió al Procurador sobre el tema.]

La Iglesia Salvadoreña también señala su desaprobación. Mons. José Luis Escobar, el sucesor de Mons. Romero, hizo notar que la calle actualmente está nombrada por San Antonio Abad y que la Iglesia considera falta de respeto a la sensibilidad religiosa quitarle el nombre del santo y ponerle el de D’Aubuisson.  Además, Escobar dijo que la Iglesia se considera “parte ofendida” en el caso Romero, el caso de los jesuitas, las religiosas estadounidenses, y de otros sacerdotes y laicos ultimados por los escuadrones.  Escobar comparó el sentir de la Iglesia a “como cuando a una persona le matan a un hermano y quien se supone es el autor material o intelectual de ese asesinato es galardonado”.
El momento del anuncio de Quijano, sólo días después de que los salvadoreños marcaron el sombrío 25 º aniversario del asesinato de seis jesuitas en la universidad católica de El Salvador y algunos meses antes del 35 º aniversario del asesinato de Romero, ha llamado la atención y las objeciones de activistas que insisten que no es apropiado levantar monumentos para un criminal de guerra. El argumento del alcalde Quijano que D'Aubuisson nunca fue condenado de los delitos que se le imputan les suenan huecos a manifestantes que señalan que D'Aubuisson y sus aliados bloquearon todos los esfuerzos para procesar o investigar aquellas atrocidades.
Adivinar los motivos de la decisión de Quijano requiere un curso intensivo en la política salvadoreña. En primer lugar, Quijano lleva algo de un Ícaro en la política salvadoreña, habiendo ascendido en un resplandor de gloria como el hombre de acción, alcalde sin tabúes de San Salvador, y luego estrellarse tras un intento fallido de tomar la presidencia del país para su partido. No mucho después de esa derrota, Quijano fue rechazado por ARENA para lo que debería haber sido un intento por la reelección a la alcaldía incuestionable. En cambio, Quijano se vio obligado a hacerse a un lado y otro candidato está tomando su lugar en la boleta electoral a principios del próximo año. Por lo tanto, esta decisión tiene sabor a golpe de despedida, ya que Quijano la apuró silenciosamente en su consejo municipal—en las elecciones salvadoreñas, los votantes eligen a sus gobiernos municipales por bandera partidaria y por ende el alcalde y el consejo son siempre del mismo partido.  Lo más probable es que Quijano ha querido unificar el partido después de las divisiones con un tema llamativo a las bases ideológicas más pujantes.
D'Aubuisson había sido un oficial de la notorio Guardia Nacional salvadoreña, una policía militar interna, y un agente de inteligencia considerado casi únicamente responsable de crear el aparato de inteligencia interna del país, incluso como director de la Agencia Nacional de Seguridad Salvadoreña (ANSESAL). A finales de los años 70 y principios de los 80, D'Aubuisson fue vinculado a la financiación y organización de escuadrones de la muerte paramilitares que evadieron supervisión civil.
En 1993, una Comisión de la Verdad de la ONU concluyó que, “A la par de que agudizaba el conflicto social en El Salvador ... D'Aubuisson se colocó en posición privilegiada para poder vincular, a través suyo, a un sector muy agresivo de la sociedad salvadoreña con la red de inteligencia y operaciones de la S-II de las fuerzas de seguridad”. La Comisión llegó a la conclusión de que D'Aubuisson buscó activamente eliminar la oposición al régimen a través del “uso ilegal de la fuerza”. Antes de que la Comisión concluyera en este sentido, D'Aubuisson había sido negado visa para entrar a Estados Unidos por la administración Reagan bajo una disposición anterior de la ley de inmigración que declaraba motivo de inadmisibilidad a los EE.UU. el apoyar ejecuciones extrajudiciales por motivos políticos.
La Comisión de la Verdad de la ONU también concluyó específicamente que, “[e]l ex-Mayor Roberto D’Aubuisson dio la orden asesinar al Arzobispo y dio instrucciones precisas a miembros de su entorno de seguridad, actuando como ‘escuadrón de la muerte’ de organizar y supervisar la ejecución del asesinato” de monseñor Romero. Los resultados en cuanto a Romero han sido confirmados por una comisión de los derechos humanos de la OEA, un fallo civil de un tribunal federal de Estados Unidos, y numerosas investigaciones periodísticas y académicas.
En Antiguo Cuscatlán, donde la alcaldesa es una militante incondicional de ARENA, un redondel lleva el nombre de D'Aubuisson y vuela la bandera tricolor del partido junto con el pabellón nacional. Cada año, los miembros más leales del partido, entre ellos varios ex presidentes, visitan la tumba de D'Aubuisson para conmemorar el aniversario de su muerte, en una ceremonia privada. En 2007, ARENA intentó obtener un decreto legislativo concediendo a D'Aubuisson el reconocimiento de “Hijo Meritísimo” de la Nación. Ese esfuerzo fue cancelado por la legendaria activista de los derechos humanos María Julia Hernández, discípula de Romero.

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